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viernes, 18 de septiembre de 2015

Todas + todas = todos

Todas + todas = todos
Auto - Trazos de Marcia Salas

María E. Guardia Yglesias
Comisaria


 “Mi figura parte del paisaje citadino,
volúmenes tortuosos, tentaciones de Rubens,
atención de ojos que bailotean mis
caderas.” (Pecados virtuales, sfch.)

            El autorretrato es una manera de dejar una huella, una constancia de la existencia, es una forma de revelarse, es testimoniar y contar cómo y qué somos.
            En la Edad Media,  los artistas no firmaban sus obras, pero muy a menudo se  pintaban a sí mismos dentro de la escena. A su vez,  en el Renacimiento, una de las costumbres consistía en que el artista se incluyera dentro de un gran cuadro o firmara sus obras y, para reforzar su autoría como un derecho, se incluía en la escena también. De manera contundente, Marcia Salas también se introduce en escena de cuerpo entero y, además, haciendo una copia al carbón, se retrata doble. Es, se podría decir, una imagen espejo, pero, al contrario de ésta, la imagen no se refleja adelante, sino que se superpone detrás de la otra.
            En un sustrato casi transparente, la artista realiza lo que llama mono-tipias al trazo,  generalmente con materiales diversos, da color, pega o estampa. En estas obras, Marcia Salas aparece revestida de sus atributos físicos característicos que ella además se divierte en resaltar. Su físico, con volumen o sobrepeso, lo asume  como algo natural, es su naturaleza, no reniega de ella y con ironía se mofa cuando escribe: “! Gordita linda! ¡rica de mi alma! Me gritan.” (en el poema Virtud de pecar).  ¿ Será que seré una mujer de extremos/ y me resisto al médium?/ (en Pecados virtuales)
            En obras como las de esta exposición, podemos percibir la madurez técnica y artística de esta costarricense, quién hizo estudios de pintura y grabado en la Universidad de Costa Rica y, además de haber realizado dieciocho exposiciones individuales y numerosas colectivas tanto a nivel nacional como internacional, ha sido nueve veces galardonada por sus obras.
Aunque Marcia no utiliza la luz para capturar la imagen como lo hace la fotografía, sí podemos afirmar que en sus monotipias, sobretodo en las chicas grandes -como ella llama a las de gran formato -, la luz es esencial para crear la transparencia y, como en los antiguos patrones de vestido, pinta y repinta sobre el pelón para que quede marcado al revés, que a su vez, se convierte en derecho, creando una obra muy sui-generis. En algunas, la luz se filtra a través del material traslúcido, formando un fuerte contraste con las zonas de sombra.
Las bellas damas de Marcia no representan damas de la nobleza, cortesanas o heroínas de la mitología. Más bien, sus figuras testimonian o celebran la belleza más allá de las formas y medidas establecidas por la sociedad. Todas las chicas grandes, tienen identidad, son Marcia Salas y, de alguna forma, son Afrodita. Y, parodiando a una escritora conocida, creo que la artista no puede separar el erotismo de la comida y, pretende seguir disfrutando de ambos mientras las fuerzas y el buen humor lo permitan.
Incursiona en la poesía, se deleita, se cuestiona también, pero sabe que su mundo es la pintura: “Frente al teclado enfrento la soledad de la palabra, ¿que le diré? /Mi monitor se queja, bosteza, ríe. /Mis dedos pintores digitan con torpeza esto.”, y concluye:  “Porque no hay nada que hacer,/ por que sabemos que después de esto,/ seguiré pintando”. (en Destino)
“Cuando sea vieja seré la excéntrica de la casa./Seré artista aun no vencida por los años,/la primera que se entusiasma por el alba, y da/ la bienvenida al a la noche, y en su transcurso /daré luz a nuevas obras, que engrosaran/ carpetas, curiosidad entre coleccionistas y/ amigos.” (en Futuro perfecto). 
En esa poesía nos revela también, cómo la rebeldía se ha apoderado de ella desde siempre: “De mí se esperó algo que aun no soy…/Se esperó que fuera hombre/y fui mujer…//Entonces de nuevo se esperó…/Y aun no ordenada, ni sumisa.//Y el siempre sí,/con un considerable no”. (en la poesía Ni). Pero, además se descubre  apasionada amante: “Volvería,/ a tatuar tus brazos de hojas de olivo./ A imprimir cien veces la forma de tus besos. / A delinear en mi mente nuestros últimos sueños.// (en Locura plástica).
Hace mucho, la relación entre Marcia Salas y el arte bidimensional entró en una nueva fase: su trabajo como artista la hace sentirse libre y poder disfrutar de cerca a los que ama: Chiquita y a Minor, asi como lo que ama: el lápiz, el pincel, el rodillo y la buena cuchara en la cocina. Pinta, repinta, traza y, como ella misma dice, sus ropas y su piel se visten de muchos colores, como la primavera.
Estos auto – trazos, evidencian que Marcia es consciente de la importancia de la locura de crear, de lo bello de la existencia y de hacerlo conscientemente, y así disfrutar de los suyos, de la maternidad, de la sensualidad, de lo que la rodea, y, sobretodo, de poder reírse de sí misma, y de la aventura que es vivir.


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